* ¿A favor o contra el pueblo?
Por Gustavo CADENA MATHEY
Buen día, apreciado lector:
Allá en los años sesentas mi querido Acayucan era
un pueblo tan pequeño y con tan pocos habitantes que a mis ocho años de
edad, cuando junto con Pedro, mi hermano éramos ya consumados voceadores del semanario
“El Mensaje”, de Yayo Gutiérrez Castellanos, en pocos minutos atravesábamos de
cabo a rabo la población.
Todos los ciudadanos se consideraban buenas
personas, honorables y respetuosas.
Por ejemplo, a nadie se le ocurría entonces pensar
qué hacía un niño fuera de su casa a las cinco de la mañana; nadie entonces se
imaginaría que podría correr un grave peligro en las calles, porque sus
habitantes eran personas bien educadas o por lo menos, respetuosas de sus
semejantes.
Tampoco ningún padre de familia o alguien de
la recatada sociedad pondría el grito en el cielo “para proteger los derechos
humanos” de algún niño que saliera a ganarse el pan de cada día para ayudar al
mantenimiento de la numerosa familia.
Todo eso se veía natural y positivo, porque así se fomentaba
el espíritu de superación y hacía a los niños sentirse orgullosos de ayudar a
sus padres y estimulados “para ser alguien” en el futuro.
En fin, éramos una comunidad trabajadora y pocas
veces se sabía de crímenes o asesinatos, la gente vivía en armonía y siempre
con el espíritu de superación.
Han pasado apenas menos de cincuenta años y ahora
por todas partes es un caos, no hay como antes, muchas oportunidades de trabajo pero se ha
perdido el espíritu emprendedor y los buenos modales; hoy, poca gente, aunque
lo quiera hacer, deja de mostrar cortesía, temerosa de que le respondan con
groserías y agresiones.
¿Qué nos pasó? como dice la canción ¿qué fue de
nuestra historia?, ¿a dónde vamos a parar?, hoy estamos viviendo en medio de la
zozobra, del miedo, de la incertidumbre, nos sentimos desprotegidos, no
confiamos en nadie y para acabarla de amolar ya no sentimos ni siquiera el
apoyo de los gobernantes.
Los que tenemos un empleo más o menos la vamos
pasando, muchos de los que no lo tienen caen en la desesperación y tratan de
tener ingresos a como sea sin pensar que incurren en ilícitos o que dañan a sus
semejantes pero lo peor, estamos llegando a situaciones intolerables en que la
población se vuelve víctima de sus propias autoridades.
ASALTANTES CON
LICENCIA
Para no ir muy lejos, ya es un clamor desesperado
el de ciudadanos de todos los niveles que a base de grandes esfuerzos consiguen
su carrito para desplazarse por la ciudad y son prácticamente asaltados en
despoblado por los agentes de Tránsito y Seguridad.
Al menor intento de estacionarse en lugar
prohibido, al conductor se le aplica todo el peso de una ley confusa que para
empezar nadie conoce porque no se le da la difusión requerida; las multas son
excesivamente caras a pesar de que no hay dinero; no hay diálogo ni ánimo de
conciliación, además el crecimiento de la ciudadanía ha superado al de la
ciudad; hay muchos vehículos y poquísimos estacionamientos.
Desde los años ochentas este reportero ha planteado
que autoridades y empresarios se organicen para financiar la construcción de
estacionamientos verticales y una vez que haya estos espacios, entonces sí
endurecer la aplicación de la ley, pero no antes como está pasando ahora.
Pareciera que somos enemigos de la ciudad, que
somos todos delincuentes, que solo salimos con nuestros vehículos para causar
daño, el operativo alcoholímetro es otro abuso disfrazado de prevención en el
que se advierte de inmediato el ánimo de apretar en favor de las empresas
grueras.
De la noche a la mañana surgieron empresas de grúas
con nombres sospechosamente parecidos a los de claves policiacas que te
enganchan ante la menor infracción y cuyos dueñios no está claro quiénes son.
Hemos sabido y visto a través de la prensa y la
televisón de centenares de quejas como el de una señora embarazada y
muchísimos, denunciados por la sociedad. Hay otros casos que no se denuncian
por el temor que provocan esos agentes que incluso han amenazado de muerte a
una familia que fue al ministerio público y no le hicieron caso y ya de plano
decidieron callar.
No sabemos qué pasó para que nos esté sucediendo
este tipo de agresiones de parte de las propias autoridades.
A pesar de que el joven gobernador Javier Duarte de
Ochoa hace su mejor esfuerzo por llevar un gobierno atento y respetuoso con los
gobernados, hay colaboradores que no lo ayudan y contribuyen a crear ese
creciente malestar que a la larga, este mismo año puede conducir al rechazo
social en las urnas.
Será necesario que el Secretario de Seguridad Arturo
Bermúdez y el alcalde Américo Zúñiga Martínez junto con sus colaboradores,
revisen lo que está sucediendo y pongan un alto a estos desmanes oficiales,
antes de que las cosas se sigan calentando y saliendo de control. Mientras
tanto nos seguiremos encomendadno a Dios al salir a la calle.
Que sea una semana de armonía para todos.