Sin
tacto
Por
Sergio González Levet
Guillermo
Zúñiga Martínez
[Pido a la concienzuda lectora y al distraído
lector una disculpa porque debí haber publicado en esta entrega la segunda
parte de la serie dedicada a la “Psicopatología del mapache” -con la que
regresaré mañana-, pero consideré que cuando necesita uno hablar bien de una
persona que lo merece, como es el caso hoy, no hay prisa que sobre].
Sé que el maestro Guillermo Zúñiga Martínez
está dando la más dura de las batallas -él, que ha sido un gran batallador y ha
logrado conquistar plazas que para otros hubieran sido imposibles- y no he
querido quedarme en la sola contemplación, porque es bueno en este momento
recordar varios logros de este personaje que se ha mantenido en la palestra por
décadas, siempre en el servicio público y casi siempre en pro de las mejores
causas dentro del sector educativo.
Dicen que las buenas palabras pueden servir como
un bálsamo curador. Ojalá que fuera éste el caso.
Licenciado y profesor a mucha honra para él y
su familia, don Guillermo demostró desde muy joven facultades extraordinarias
para la oratoria (esa artesanía del lenguaje que hacía hablar tan bien a
nuestros políticos de antaño, y que ha sido olvidada en estos tiempos por los
nuevos políticos, ésos que mal balbucean en las tribunas, mientras dan una
deplorable lectura a sus vacíos discursos).
La prestancia de Guillermo Zúñiga ante el
micrófono pocos la pudieron igualar, y mal que bien otros que presumían de
grandes oradores tuvieron que conceder -aunque fuera en la intimidad- que nunca
lograron su altura y menos la imponencia de su estentórea voz; eso sin hablar
del contenido.
Pero si destaca en su trayectoria su atinada
elocuencia, hay a mi ver un rasgo que lo distingue enormemente ante sus
congéneres: el apoyo a la cultura, en todas sus manifestaciones. Me veo
estudiante de Letras en la UV participando como jurado en un concurso de cuento
escrito por niños, alumnos de las escuelas primarias de todo Veracruz, y
recuerdo como lo hice siempre que fue uno más de los innumerables eventos
culturales que promovió, que sustanció, que financió el maestro Zúñiga.
Guillermo Zúñiga Martínez ha sido, además de
eficaz, un promotor de la cultura valiente. Dígalo si no el hecho de que fue el
único mecenas conocido y permanente del excelente y tormentoso poeta Orlando
Guillén, oriundo del sur profundo de Veracruz, quien es uno de los mejores de
México. Tal vez por su genialidad, o a pesar de ella, el vate acayuqueño porta
una personalidad difícil, áspera, que no da ni pide concesiones; una
personalidad que solamente pudo entender su protector. Entre el maestro y el
poeta se instauró una simbiosis que permitió al insigne creador hacer un poco
mejor su obra y hacer un poco de su obra en mejores condiciones.
Digamos que le debemos a Guillermo Zúñiga,
varios sonetos y muchos versos incomparables de Orlando Guillén, que sin su
desinteresado impulso nunca hubiera hecho.
Hoy quise hablar de lo mejor que conozco de
Guillermo, y sé que muchos otros pueden hablar también, y tan bien o mejor, de
este ilustre xalapeño.
Junto a estas palabras, le deseo lo mejor, mi
querido maestro.
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