Sin
tacto
Por
Sergio González Levet
La
boda del sexenio
El sábado 30 de mayo, con el marco hermoso de
la Parroquia de Santa María Magdalena, en pleno centro del pueblo mágico de
Xico, contrajeron nupcias la señorita Marisol de la Miyar Martínez y el señor
Erik Porres Blesa.
Después de la ceremonia, los novios
ofrecieron un delicioso y alegre ágape en la exuberante Hacienda Agua Bendita,
al que acudieron cientos de familiares y amigos.
La noticia en sí, que da cuenta de un
compromiso privado que celebraron dos ciudadanos, rebasa el ámbito doméstico
por la investidura del novio, que es el actual Secretario de Desarrollo
Económico del Gobierno de Veracruz. Pero también se convierte en un asunto
público por la importante presencia que tienen las familias de los casados en
la vida política y social de Veracruz: la de ella en el ámbito de la
comunicación a través del poderoso grupo radiofónico Avanradio, y la de él en
el sector empresarial, con una fundamental participación sobre todo en la
región de Córdoba.
A la boda asistieron el gobernador Javier
Duarte de Ochoa y su esposa Karime Macías de Duarte, y con ellos varios
políticos y funcionarios (Américo Zúñiga, Presidente Municipal de Xalapa; Ramón
Poo Gil, alcalde del Puerto de Veracruz; don Alberto Sosa Hernández, Presidente
del Tribunal Superior de Justicia; Flavino Ríos, de la SEV; Víctor Alvarado, de
Sedema; el Fiscal del Estado, Luis Angel Bravo Contreras; Toño Nemi, del
Consejo Estatal de Seguridad; Harry Grappa, de Turismo; el Contralor del
Estado, Ricardo García Guzmán).
Y como era de esperarse, la clase empresarial
veracruzana en pleno, que enuncio de manera general, para evitar la omisión de
algún nombre importante.
Se tiene que destacar la asistencia del
expresidente Vicente Fox y de Marta Sahagún de Fox, que fue todo un
acontecimiento por la fama que les precede. Llegaron y saludaron. Comieron,
bebieron y bailaron. Se dejaron tomar miles de selfies, y se despidieron
después de varias horas de alegre gozo, junto con el gobernador Duarte y su
esposa.
Lo que sí, es que la fiesta fue veracruzana
por todos los costados: en la entrada se ofrecía a los caballeros, que debieron
llegar vestidos de guayabera blanca, un sombrero de cuatro pedradas y un
paliacate rojo. En el centro de la pista, una danzonera recreaba los mejores
ritmos de estas tierras. Después, las arpas mágicas de Delfino Guerrero le
dieron paso al son jarocho.
Y luego, lo que parecía un congreso de la
productividad veracruzana: lecheros de La Parroquia, cafés de los Porres,
dulces de Xico, nieves del Güero Güero y muchos productos jarochos que hacían
la delicia de los asistentes.
Incluso, tal vez como número extraordinario,
un bello aunque mojante aguacero torrencial, tropical, a plomo, que mojó
algunas mesas que estaban en la orilla y más bien sirvió como pretexto para que
los invitados se juntaran más en el disfrute.
Fue la boda del sexenio. Organizada al estilo
Porres: sin errores ni dilaciones, por todo lo alto y con mucha inventiva. Ah,
y los novios no se fueron de luna de miel porque hay mucho trabajo por hacer en
Veracruz. Ya después se verá…
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