Sin tacto
Por Sergio González
Levet
Operadores políticos II
En estos días/semanas de la inmediata post-electoralidad,
los operadores políticos están haciendo tres cosas:
1. Gastando rabiosamente -easy comes, easy goes- los jugosos remanentes económicos que les
quedaron, después de las campañas y del día de la elección (y que hubieran aplicado
completos, como era su intención, pero no dio tiempo para más. Aunque su
trabajo “estaba tan bien hecho, que ya no fue necesario comprar otros votos,
jefecito, y pues ni modo que regrese el efectivo que me dieron. Como decía el
señor de antes: ¡Lo cáido, cáido!”).
2. Atribuyéndose los triunfos obtenidos por su partido (el
que haya sido, porque hay de todos los colores) en el distrito en que
supuestamente operaron, y platicando a diestra y siniestra cómo la elección
estaba perdida a las 3 de la tarde del domingo 7, y ellos en un arrebato de
experiencia, pundonor y amor a la camiseta, se pusieron a trabajar con las
bases y lograron revertir el resultado de la elección (“la verdad es que fue un
gran esfuerzo, jefecito, y si no lo hubiera hecho, otro gallo le estaría
cantando al candidato” -o candidata, según el caso- “ahorita. Yo creo que eso
merece un premio adicional para mí, ¿o no, señor?”).
3. Buscando chivos expiatorios a quienes echarles la culpa
de las derrotas sufridas, de modo que sobre el trabajo y los resultados de los
operadores no caiga ningún asomo de duda (“no es que no sirva para nada o no
hayamos hecho bien nuestro trabajo, lo que pasa es que nos traicionaron,
jefecito. A nosotros, pero sobre todo a usted, y lo hicieron quienes se la
deben más. Yo, la verdad, en este momento estaría echando corredera de esos
traidores, ingratos y vende patrias. Y si le queda un puesto que necesite
ocupar, acá le dejo mi currículum, por lo que se ofrezca. No va a encontrar a
nadie que sea más institucional que yo”).
Como siempre, a la hora de repartir las culpas y los
castigos, cabe la posibilidad de que terminen pagando justos por pecadores - si
la lectora purista y el exquisito lector me dispensan el lugar común-. Y para
eso son maestros los operadores políticos: endosar yerros, derivar acusaciones,
salvar el pellejo.
Lo cierto, lo real, lo objetivo, es que los operadores y su
mapachismo sobrevivieron por esta vez como una inercia del antiguo sistema
seudoelectoral. Sin embargo, no es menos cierto, real y objetivo que están
destinados a la desaparición como especie, y que tendrán que buscar otras
formas de sobrevivir, incluso hasta con la posibilidad de que tengan que
trabajar -¡Dios mío!- en algo dentro del sector productivo de la sociedad.
Así, dejarían de ser el lastre que siempre han sido, y
dejaríamos de verlos en los cafés cuchicheando; en los eventos, saludando a los
importantes, y sentados en asientos que no les corresponden; en las antesalas,
quitando el tiempo -y si se dejan los recursos- de los funcionarios que sí
trabajan; en la vida, ocupando una posición que no les corresponde, porque no
la merecen.
Operadores… quintaesencia del ardite, summun de la patraña, artífices del engaño.
“Por cierto, jefecito, ¿quiere que le cuente cómo estuvo lo
del Veracruz urbano? Hubo una traición. Deje, le cuento…”
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