PARTIDISMO Y TEJIDO
SOCIAL
URIEL FLORES AGUAYO
Uno de los rasgos principales de la política que se practica en
Veracruz y, tal vez, en el mundo, en sus grados y niveles, es el partidismo, es
decir, la toma de decisiones exclusivamente por interés de partido. Hay muchos
ejemplos en las administraciones públicas estatal y municipal donde se discriminan los méritos, los
derechos y las necesidades por interés del partido oficial. El partidismo es un
sistema que maneja cuotas y lealtad al PRI, sobre todo, aunque también lo
practican, en menor escala, otras siglas partidarias.
El criterio partidista como mecanismo para ocupar un cargo o recibir
un beneficio, es nocivo, ahoga el pluralismo y fomenta la mediocridad y la
corrupción. Ese sistema desplaza los méritos y la trasparencia, fortaleciendo
procesos de incompetencia y de malos resultados. Es mucho peor cuando en cargos
de alta responsabilidad proponen amigos o militantes del partido tricolor,
llevando ese fenómeno distorsionador a niveles extremos; es así que hemos visto
a un médico a cargo de las carreteras, a un contador al frente de la seguridad
pública y a un abogado en el campo de la salud, entre otros casos.
El partidismo es tradición y cultura, viene de lejos, nada sencillo
será superarlo; los que lo fomentan no saben hacer ni entienden una práctica
diferente, mientras que su base social no ha tenido la oportunidad de una
alternativa real. En el caso de Veracruz, casi ninguna de las alternancias
municipales que hemos tenido ha sido capaz de desprenderse del partidismo,
reproduciendo esa mala práctica tricolor.
Además de fomentar la ineficacia y quitarle fuerza a los méritos de
las personas, que estudian, hacen carrera y se portan bien, el partidismo
fomenta gravísimos problemas sociales. Por clientelismo partidista se da
impunidad a quienes invaden terrenos, bloquean calles o realizan actos de
corporativismo de tono esclavista; esa protección a la ilegalidad lastima el
tejido social y alienta la delincuencia; no hablamos de un fenómeno menor ni
aislado, estamos ante una práctica permanente que tiene momentos de
enfrentamientos y hechos de sangre.
El partidismo no se limita al manejo de la despensa y el acarreo, va
más allá: reparte puestos, autoriza fraccionamientos, otorga concesiones,
permite impunidad, premia con notarias, invade de taxis nuestras calles,
condiciona obras y servicios y hace de los derechos ciudadanos una caricatura
indigna. El partidismo limita la pluralidad política y social, es contraria a
la democracia y es nociva para la evolución de una sociedad fuerte. Una
sociedad sana y normal es aquella que tiene información libre, que puede emitir
un sufragio sin condiciones, a la que le rinden cuentas, que es sujeto activo
de la vida pública y que puede aspirar a tener los mejores gobernantes.
En la plataforma electoral de quienes aspirar a gobernar Veracruz debe
ocupar un lugar central el proyecto democrático; deben decirnos los
precandidatos que piensan y que van a hacer en materia de pluralismo, estado de
derecho, libertades y partidismo. No tendría mayor sentido ni habría novedad si
solo ofrecen su nombre y sus buenas voluntades; tienen que ser precisos y
serios a la hora de definir los cambios políticos si es que no se quedan en
niveles de gatopardismo. El año próximo la elección de gobernador se perfila
para ser un plebiscito en el que la disyuntiva sea continuismo o alternancia;
si el continuismo no ve más allá de la sigla partidista está condenado al
fracaso, pero también la alternancia puede cometer el error de basarse solo en
los propios, reduciendo su base social y política, cayendo en la práctica
anacrónica de ese partidismo tan nocivo para la sociedad y la vida pública.
Veracruz será mucho mejor cuando sus ciudadanos sean valorados por sus
méritos, cuando lo que importe sea el trabajo, los estudios y la honestidad.
Ese sería otro Veracruz, más sano, con esperanza y mucho futuro.
Recadito: Pronto anunciare algunas iniciativas sociales y
políticas para Xalapa.