HORA
LIBRE
Álvaro
Belin Andrade
En
Veracruz, dos poderes fácticos andan muy activos tratando de
impactar en el proceso electoral próximo y tenga por seguro que
habrán de influir en sus resultados: la violencia desatada por todos
los rumbos de la entidad, que se acrecienta particularmente en zonas
con alta simpatía por la oposición, y la creciente actividad de las
iglesias que se han puesto en mangas de camisa para mover a sus
feligreses.
Desde
los comicios federales del año pasado, que estuvieron precedidos de
diversos actos de violencia, directamente contra militantes
opositores (como en Veracruz y Boca del Río, donde horas antes abrir
las casillas fueron lanzados varios artefactos incendiarios contra
casas de panistas), o mediante el recrudecimiento de los actos
delictivos de alto impacto (homicidio, secuestro, lesiones) en
amplias zonas rurales, la violencia ha tenido una enorme influencia
para normar o inhibir la participación ciudadana en los procesos
electorales.
Hace
casi un año, en la madrugada del viernes 5 de junio (dos días antes
de los comicios), ocho jóvenes –universitarios y activistas–
fueron golpeados salvajemente por un grupo de encapuchados en una
casa localizada en la esquina de Herón Pérez y Ruiz Cortines, en
Xalapa, a escasa distancia de la Unidad de Humanidades y del PRI
estatal.
Esta
agresión, que fue preparada en la opinión pública mediante la
incrustación de grupos violentos en las marchas y mítines
estudiantiles previos con el fin de generar rechazo ciudadano, no ha
sido aclarada por la Fiscalía General del Estado, que no ha dado una
sola pista que permita suponer la resolución de un caso en el que,
desde que ocurrió, se sospechó de la participación de la
Secretaría de Seguridad Pública.
Estos
hechos, con ser los más sonados mediáticamente (su difusión tuvo
alcance nacional e internacional), no fueron por desgracia los
únicos. En diversos rumbos del estado se sucedieron delitos de
diverso calibre, unos obligando a la población a refugiarse en sus
domicilios y a evitar su asistencia a eventos públicos, otros
desapareciendo o asesinando a dirigentes partidistas e, incluso,
encarcelando o sometiendo a juicio a exfuncionarios municipales con
influencia creciente.
Se
apuesta por el voto duro
¿Qué
logra en la ciudadanía la violencia generalizada? De entrada, dado
que el origen de dicha violencia supone la confrontación entre los
partidos políticos y sus seguidores, genera desánimo para acudir a
las urnas, cuando no un justificado temor de ser víctima directa o
indirecta de la violencia por el solo hecho de manifestar su simpatía
política en actos públicos.
Que
a votar solo asistan quienes alimentan el denominado voto duro,
facilita los triunfos de los candidatos postulados por el partido que
tiene una mayor cantidad de votos cautivos. En Veracruz, ese partido
es el PRI. En varios sitios, principalmente en zonas urbanas
sumamente pobladas, pese a la violencia la población sale a
sufragar, y es justamente en esos lugares donde obtiene triunfos la
oposición: el PAN en la conurbación Veracruz-Boca del Río, y
Morena en Coatzacoalcos y Xalapa.
¿Qué
ha estado ocurriendo en las últimas semanas? Como hemos comentado en
este espacio, pareciera que el Gobierno del Estado, a través de sus
organismos policiacos, se ha abierto del escenario para que los
grupos criminales operen con toda libertad.
Que
ese parecer lo hagamos público no significa que todo lo que ocurre
en la realidad sea como consecuencia de ello: puede ocurrir que la
eventual participación de los grupos criminales en el escenario
político haya rebasado la capacidad de las fuerzas policiacas
estatales, más preparadas para inhibir mediante su carísimo
avituallamiento que por sus reales capacidades para prevenir y
castigar el crimen.
Los
comentarios hechos por el gobernador Javier Duarte de Ochoa este fin
de semana en Twitter sobre los hechos de violencia que han afectado a
medios y periodistas no hacen sino apuntar a que hay un renacimiento
del crimen organizado contra el que las fuerzas federales y estatales
no tienen suficiente capacidad de fuego para domeñarlo.
Y,
bueno, todo este clima tiene su impacto político contra el
gobernador Duarte pero también en el ámbito electoral, ya veremos
si a favor o en contra del PRI.
¿La
fe mueve montañas?
Dos
hechos han marcado al país y Veracruz desde el viernes pasado: la
visita del Papa Francisco a México, que ha servido como un fuerte
distractor sobre los temas más abstrusos de la agenda nacional, en
particular la corrupción y la violencia creciente y, en paralelo, en
el caso de Veracruz, además de la atención sobre dicha visita, la
masiva concentración en Xalapa de miles de feligreses de la Iglesia
de la Luz del Mundo.
Desde
diciembre pasado, el gobernador Javier Duarte de Ochoa ha tratado de
ganar para su causa a la alta jerarquía católica de Veracruz con la
que, pese a siempre estar cercano, la falta de dineros la había
mantenido con cierto recelo.
Tras
su reunión en diciembre, en Casa Veracruz, Duarte y sus abogados
fraguaron una iniciativa de reforma constitucional –que fue
aprobada sin discusión por la recua de diputados de que dispone en
el más vergonzoso Congreso local– que busca criminalizar a las
mujeres por el simple hecho de disponer de su cuerpo: la denominada
ley anti-aborto.
Este
hecho legislativo, que respondió a la iniciativa de grupos
recalcitrantes de derecha de la Iglesia católica, permitió que el
discurso de varios arzobispos, obispos y curas contra la violencia
demencial que empieza a carcomer el tejido social del estado amainara
y casi desapareciera.
A
este hecho, fortalecido por la atención de los feligreses
veracruzanos por la visita del papa Francisco, se ha sumado una
dilatada presencia religiosa en la Plaza Lerdo de Xalapa, donde miles
de hombres y mujeres seguidores de la Iglesia La Luz del Mundo, con
el pretexto de un acto litúrgico que debiera practicarse en el
interior de los inmuebles usufructuados por esta corriente cristiana,
el bautismo, ha permitido mostrar el músculo no solo religioso, sino
también político, de una secta que ha logrado posiciones en
gobiernos locales, como Silem García Peña, hijo del líder de esa
Iglesia en Veracruz, quien funge como Regidor del Ayuntamiento de
Xalapa.
Silem
García Peña es vocero de esa Iglesia y fue el gestor de permisos y
apoyos estatales y municipales para celebrar la denominada Ceremonia
Internacional de Bautismos que, durante tres días, contribuyó al
caos de la ciudad en materia de vialidad y que permitió el
apropiamiento de un espacio que debe ser de todos los xalapeños.
La
cuestión es que también las iglesias estarán operando en el mundo
terrenal y buscarán colarse a los beneficios que obtienen
agrupaciones políticas que tienen ese propósito permitido y
reconocido legalmente. ¿Por qué partido abogarán? Se lo dejo a su
criterio.
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