Sin
tacto
Por
Sergio González Levet
Jacobo.
Quienes hace 50, 40, 30, 20 años quisimos
cuando jóvenes ser periodistas, de una u otra forma tomamos como modelo a
Jacobo Zabludovsky, ya sea para emularlo o para confrontar su figura de
comunicador contra los sueños y las ilusiones de justicia y equidad que todos
tienen en los inicios (y que para fortuna de nuestra prensa nacional, muchos
logran conservar a pesar del paso de los años y de las duras experiencias de
este oficio).
Descendiente de judíos, nacido y crecido en
el barrio de La Merced de la ciudad de México, Jacobo fue un referente obligado
porque prácticamente presidió la primacía de la información durante los años
70, 80 y 90 del siglo pasado. 30 años en que fue el zar inevitable del
periodismo mexicano, por los alcances de la televisión en la gran masa
ciudadana.
Noche a noche, Jacobo marcaba la agenda
noticiosa para el día siguiente desde su noticiero 24 horas, que era y fue el
programa estelar de Televisa desde la época en que se llamaba Telesistema
Mexicano, cuando Emilio El Tigre Azcárraga era el todopoderoso hombre de la
televisión en México y “un soldado del Presidente”.
Inteligente, sensible, culto e informado, a
Zabludovsky no se le reprochó nunca la calidad de su ejercicio periodístico,
sino la orientación de muchas noticias que dio en apoyo al régimen
presidencialista mexicano.
La más citada, la más lamentable, fue la que
lanzó la noche del 2 de octubre de 1968: “Hoy fue un día soleado en la ciudad
de México”… y nada más, cuando el pueblo esperaba ávido la confirmación de la
tragedia y la crónica fiel del asesinato que había cometido el régimen de Díaz
Ordaz en contra de los estudiantes, levantados con peticiones que hoy darían
risa: remover a los jefes del cuerpo de granaderos del Distrito Federal, quitar
el delito de disolución social del Código Penal, mejoras en la calidad de la
educación pública…
En contraparte, Jacobo fue un periodista
sumamente profesional y ajustado al canon de que reportear era lo que hacía a
alguien en el oficio, sobre todo si lo hacía con la idea de que la noticia era
lo más importante, y la exclusiva, la gloria a la que todos debían aspirar y
que todos debían buscar. Y él consiguió millares a lo largo de su carrera.
Y luego, sus entrevistas con grandes
personajes mundiales de la política y del arte y la cultura: Fidel Castro,
Salvador Dalí, María Félix, Cantinflas Gabriel García Márquez, a todos los presidentes
de México.
Y aparte de todo, Zabludovsky cultivaba un
gran sentido del humor. Una anécdota que lo pinta fiel: en alguna época de su
noticiero, recibía llamadas del público y las trasmitía en directo. Un
televidente le espetó al aire una especie de reproche:
—Yo lo que veo, señor Zabludovsky, es que
usted siempre se manifiesta de acuerdo y le da la razón a todas las personas
que le llaman por teléfono.
Jacobo no lo pensó un segundo, y con cara de
pícaro le contestó:
—Oiga, ¡tiene usted razón!
Lo vamos a extrañar.
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