GOBIERNO DE
ALTERNANCIA PARA LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA
Uriel Flores Aguayo
La principal novedad de la elección
local del año próximo es la cercana posibilidad de que participe una coalición
opositora que, de inicio, es una amenaza real a la hegemonía tricolor. Sobre
esa coalición se ha despertado un vivo debate -en niveles de alegatos,
satisfacciones y despechos- que indica su fortaleza y alcances. Se dice que a
los amigos no hay que darles explicaciones, porque no las necesitan, y que, a
los enemigos, tampoco, porque no te creen; aunque este caso es político y sin
enemigos -no es guerra-, tan solo competencia entre adversarios, sus
características tan singulares le plantean la ineludible necesidad de dar
explicaciones, exponer razones, argumentar y convencer; esa será una cualidad a
desarrollar por la coalición llamada opositora que, prefiero, se denomine:
"Por la alternancia para la transición democrática en Veracruz". Por
mi lado, aprovecho este generoso espacio para comentar algunas razones que
sustentan mi actitud pro aliancista.
Las objeciones oficialistas son muy
endebles, poco articuladas y meramente propagandistas. Van del rechazo
emocional, "porque si", al intento de esbozar alguna postura
política, del tipo de que la coalición opositora busca "el poder por el
poder"; no falta la invocación de rigor a que se juntan el agua y el
aceite. Atrás de esas expresiones hay un evidente temor y respeto por la fuerza
acumulada que deberán enfrentar. Descalifican, no explican ni dan respuesta coherente.
La actitud oficialista, de propios y extraños, es antidemocrática, niega un
derecho y acude a señalamientos ofensivos. Hay otras voces, de buena y mala fe,
que también objetan la alianza electoral del PAN y el PRD; son los que, desde
adentro de ambos partidos, en posición minoritaria aducen razones de principios
y hasta de corte ideológico; en estos casos, los dirigentes partidarios deberán
hacer una seria y profunda labor de convencimiento, no imponiendo, sino
argumentando y marcando una ruta clara de adhesiones a un proyecto superior a
cada fuerza política. Desde otras fuerzas políticas y desde la opinión pública
seguramente también habrá cuestionamientos; los disidentes de ahora igual serán
necesarios para los consensos de un gobierno de transición democrática; más
vale acreditar una actitud de diálogo y tolerancia.
No se debe ni se puede eludir el
debate sobre la pertinencia de la coalición opositora, distinguiendo con
madurez los ataques y la previsible guerra sucia; hay que hacer un esfuerzo por
atender las criticas, llevándolas a un terreno concreto, donde haya datos,
rostros y argumentos. Hasta ahora los incipientes cuestionamientos
tienen un nivel tal de abstracción que hacen muy difícil fijar posturas y
armar una interlocución que sirva para la claridad de posiciones. Hay tiempo
para eso. Se presenten o no argumentos reales del nebuloso bloque objetor de la
coalición esta si debe explayarse en todo tipo de explicaciones que justifiquen
y den sentido a esa iniciativa aliancista. Aunque no se puede eludir, igual hay
que hacer un esfuerzo en sentido prepositivo para marcar una línea clara de
alternativa, no conformándose con la explicación de los males de Veracruz,
o el señalamiento de los vicios del gobierno.
Nuestro momento político es el de los
hubieras: si hubiera democracia cada partido iría por su lado; si hubiera
fuerzas políticas escrupulosamente democráticas cada una seria referente
particular; si la política partidista se moviera por ideología seria casi
criminal juntar siglas tan diferentes en la forma; si hubiera elecciones libres,
cada partido jugaría con lo suyo y obtendría lo que mereciera. Pero la realidad
es muy distinta a esos hubieras. Prácticamente es una condición impuesta la de
armar una coalición opositora si realmente se quiere llegar al gobierno y
obtener la mayoría legislativa. La coalición es resultado de una realidad
autoritaria y antidemocrática, no ocurrencia de líderes y personajes. No
hacerla sería una especie de suicidio electoral. Guardando las proporciones
estamos como en los tiempos de la dictadura de Pinochet en Chile, cuando se
unieron fuerzas del más variado signo, esas si siglas de referente ideológico,
para encarar electoralmente a la dictadura militar.
No vale la pena detenerse mucho, más
allá del esbozo de una sonrisa, ante quien diga que se están juntando el agua y
el aceite, eso es muy relativo, no se puede equiparar, en realidad no somos
tan diferentes si atendemos la situación local. El acento de hoy es lo
local, lo que se disputa es el gobierno del estado, esa debe ser nuestra máxima
prioridad. No entramos en temas nacionales, no incidimos en la constitución general,
ni en la política económica, los programas sociales y las relaciones
internacionales. Esta unión de fuerzas pretende expresamente promover la democratización
de Veracruz, la vigencia de un estado de derecho y la renovación política más
profunda. De esta coalición resultara un gobierno de transición, que nivelaría
el piso de la competencia electoral, para que tengamos elecciones libres que
permitan que se cuente con instituciones sanas, efectivas y abiertas, así como
una sociedad fuerte, basada en la información y el ejercicio de derechos. Resuelto
Veracruz, haciendo para bien todo lo contrario de ahora, con un programa mínimo
en común, las posteriores elecciones ya serán cuestiones aparte, conforme a los
objetivos, compromisos e intereses de las fuerzas políticas. La coalición en
algún sentido será liberadora. Este es el momento.
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