MEXICANOS AL GRITO DE GUERRA
Uriel Flores Aguayo
Malos tiempos
vienen para los mexicanos de parte de Trump y su política de proteccionismo
fascista, sobre todo para nuestros compatriotas que residen en territorio Estadounidense.
Básicamente nos enfrentaremos a mayores restricciones en la frontera común y
una política dura contra los mexicanos sin papeles que trabajan en ese país. Lo
del muro es retórica, es el símbolo escogido para aglutinar a sus simpatizantes
y sintetizar su pensamiento y oferta de campaña, ahora de gobierno. El ascenso de Trump a la presidencia
dibuja un escenario de incertidumbre mundial, cambio de reglas e invitación a
lo inédito. Trump desafía los avances que se venían logrando, lentamente, en
el orden internacional en materias como derechos humanos, equidad, medio
ambiente, paz y libre comercio, entre otros.
Más o menos va
quedando claro lo que representa Trump, ahora sabemos que no está
jugando, cree en lo que venía diciendo y lo va a poner en práctica. Es la visión de un personaje acostumbrado
a mandar, autoritario, que se mueve en la élite económica, que no entiende de derechos
humanos ni de la democracia; para el somos inferiores y el pretexto ideal para
sumar entusiastamente a su bloque de apoyo.
Va a emplear el poder para intentar ponernos de rodillas y fijarnos
las condiciones de una relación favorable para su Gobierno.
El gran problema es
lo que haremos nosotros, si tendremos el liderazgo necesario y la capacidad de
unirnos para enfrentar al renovado imperio.
A las agresiones contra los intereses nacionales de México, deberíamos
responder adoptando una postura digna, no negociable, sin eufemismos. Urge la convocatoria presidencial y/o
del Congreso de la Unión para un auténtico Pacto por México, que nos dé unidad
básica, fortaleza y rumbo ante las hostilidades agraviantes de Trump. El
sentido de patria y nación está vigente,
hay que desempolvar los grandes ejemplos de nuestra historia.
Escudriñar en nuestras fortalezas y reunirnos en torno a lo que nos une.
El problema es real
y está a la vista, no hay manera de obviarlo y, menos, de omitirlo; lo
enfrentamos con fuerza e inteligencia o lo vamos a pagar muy caro. Aquí no debe
haber medias tintas ni cálculos de poder local, no es asunto de partidos; los
expulsados no son de un color político, las mercancías varadas no saben de
siglas. Hagamos todo para que nuestros paisanos no sufran, para que no se
desintegren familias, para que no sean vejados y para que no vengan a
engrosar las filas del desempleo en su propio país.
De los preparativos
del anunciado encuentro entre Peña Nieto y Trump, hay que extraer algunas
lecciones: en primer lugar la contundente confirmación de la agenda anti
mexicana del Presidente gringo, sin cuidar formas y con estilo artero, en
seguida su empleo del Twitter como medio casi oficial de comunicación y los
titubeos penosos de la diplomacia y presidencia mexicana. Cuando se discutía si
era o no conveniente asistir a ese encuentro, Trump, prácticamente lo cancela.
Estamos ante una conducta abusiva y grosera ante la qué hay que responder con
dignidad y el despliegue de toda una política internacional que implique
búsqueda de aliados y la generación de múltiples iniciativas tanto de defensa
como de ataque.
Reivindiquemos el
orgullo nacional, la identidad de lo mexicano, fortalezcamos al Estado, abramos
paso a la democracia plena, tengamos diálogo y acuerdos básicos entre todos,
apostemos a lo nuestro y, si hace falta, acudamos a la letra de nuestro himno
nacional. Un México unido es mucha nación para quien sea.
Recadito: El decoro
no está en la ropa; lástima.