HORA
LIBRE
Álvaro Belin Andrade
¿En
riesgo el proyecto de la Fidelidad?
La anticipada calentura sucesoria en
Veracruz, que empieza ya a debilitar la de por sí frágil figura política del
gobernador Javier Duarte de Ochoa, alcanzó niveles tales que hasta Fidel
Herrera Beltrán abandonó la comodidad de su despacho en la capital del país
para tratar de convencer en el puerto jarocho al más aventajado en la
contienda, el senador José Yunes Zorrilla, de que apagara motores y esperara
mejor la gubernatura de seis años.
Lo que le preocupa al viejo zorro de
Nopaltepec no es solo que su proyecto para estar en el poder durante 30 años
pueda ser vencido por otros grupos priistas sino, sobre todo, que ninguno de
sus alfiles pueda lograr la candidatura, que en cambio la logre este senador
priista y, si gana la elección, sean descubiertos y perseguidos judicialmente
los múltiples casos de corrupción en que han incurrido todos sus operadores,
dejando en la lona a todo el equipo fidelista por lo que les reste de vida,
cuando no varios de ellos tras los barrotes de nuestros centros penitenciarios.
Y
es que nunca consideraron que en la culpa llevarían la penitencia. La tomadura
de pelo al presidente Enrique Peña Nieto en su momento de mayor debilidad, cuando
Duarte le sacó la autorización para proponer una reforma político-electoral que
contemplara un periodo gubernamental de dos años, bajo el pretexto de hacer
coincidir la siguiente elección gubernamental con la presidencial de 2018, no
solo tuvo una mala recepción en la oposición sino que generó un tsunami en el
interior mismo del PRI, cuyos daños hoy están viendo cómo remediar.
Penosamente, el primero en bajarse del
comando en el ala insurgente fue el senador Héctor Yunes Landa, a quien
seguramente convenció Fidel de que le bajara al volumen con la promesa de
apoyarlo en posterior contienda, tal vez la de la gubernatura de seis años, la
misma que el exgobernador le ofreció a Pepe Yunes, aunque éste lo mandó al
carajo.
Y es que Yunes Landa fue un cometa muy
intenso que pronto se extinguió en los pormenores de oscuras negociaciones, en
las que lo primero que concedió fue romper justamente con Pepe.
No de otra manera puede interpretarse el
arribo al gabinete de políticos hectorizados, la tersura del trato prodigado
por este senador al mandatario veracruzano y, sobre todo, el haber abandonado a
su efímero aliado cuando éste se retiró del auditorio Jesús Reyes Heroles del
PRI estatal al inicio del discurso duartista, al que Héctor Yunes no tuvo
empacho en ofrendarle su cálido aplauso.
Para colmo, su intento por despojar del
mensaje político a la salida de José Yunes, señalando a la prensa que el motivo
había sido no perder un vuelo a la ciudad de México.
Tras su regreso de la tierra del Sol
naciente, a donde acudió con su aventajada pupila, Yolanda Gutiérrez Carlín, a
quien le consiguió la Secretaría de Protección Civil, Héctor Yunes deberá
evaluar los daños sufridos con su rápida deserción y el abandono de su discurso
rijoso y de confrontación, que logró su cota más alta durante el acto agrario
presidido por Peña Nieto en Boca del Río, cuando salió junto con Pepe para
mostrar que no había unidad en el priismo veracruzano en torno a Duarte.
Mal cálculo o estrategia mal comprendida,
lo cierto es que en este preciso momento todo lo que huele a Fidelidad
encuentra inmediato repudio tanto en los sectores políticos como sociales de
Veracruz, y eso le ha restado una buena cantidad de puntos al senador de
Soledad de Doblado, mientras que se los ha sumado al senador de Perote porque
no solo ha mantenido su visión de confrontación y distancia política sino que
la ha ido precisando, en términos de lo que le aleja del grupo fidelista, particularmente
de su barco insignia, el gobernador Javier Duarte de Ochoa.
Este sábado, en Veracruz, el propio
senador habría aclarado qué lo separa de Duarte: “Evidentemente, hay distancia
clara en muchos aspectos de la vida política del estado. Los he dicho siempre,
los vuelvo a reiterar, ojalá quede registrado: hay total y completa distancia
en el aspecto administrativo y financiero del estado”.
Programa
de infraestructura, ¿atole con el dedo?
Mientras esto sucede en el campo
partidista, electoral, en el gobierno estatal parecen entrampados en
declaraciones improvisadas que buscan fortalecer hipótesis increíbles: que no
se despedirá a empleados (las noticias corren en sentido contrario), que se
invertirá más (hasta el cuarto año de gobierno, justo cuando la creciente deuda,
el decreciente flujo de recursos federales y el reembolso de grandes sumas de
dinero al gobierno federal, lo hacen imposible) y que el gobierno estatal se
aprieta el cinturón, cuando se mantiene en las altas esferas el mismo ritmo de
gasto.
El domingo, en Tlacotalpan, Javier Duarte
acudió a inaugurar, junto con su flamante secretario de Infraestructura y Obras
Públicas, Tomás Ruiz, un pequeño puente. Anunció que se construiría uno más,
que será posible gracias a que su gobierno aplicaría la fórmula jurídico-matemática
de menos gasto y más obra pública.
Sin embargo, si uno analiza lo que días
antes dijo el propio mandatario al anunciar su programa de obras, producto de
su decálogo de austeridad, las cosas no quedan nada claras.
En efecto, el jueves 19 en Tuxpan, Javier
Duarte presentó lo que su gobierno pomposamente ha denominado el Programa
Estatal de Infraestructura 2015, en que supuestamente se invertirá más de 11
mil millones de pesos. En esa ocasión dijo algo que ha repetido en los últimos
días: “que la austeridad de la administración pública estatal se verá en obras
de mayor calado que sustenten la creación de empleos productivos”.
Habló
del apretón de cinturón, de que ello permitirá invertir los recursos en donde
más generen progreso, estabilidad y prosperidad; lo que no explicó es por qué
en los cuatro años anteriores su gobierno no hizo lo mismo. Tácitamente aceptó
que en las dos terceras partes transcurridas, su gobierno gastó en temas que no
generaron ningún bienestar a los veracruzanos y, por tanto, no invirtió
productivamente.
En
su largo discurso de presentación, jamás aterriza sobre las obras incluidas en
el famoso programa estatal de infraestructura.
Repite
que “son inversiones productivas para avanzar hacia un México próspero, que
propiciará mayor productividad, competitividad y desarrollo económico
regional”, y que dichos recursos serán destinados a infraestructura económica,
conservación carretera, construcción de caminos rurales y carreteras
alimentadoras.
También,
a infraestructura hidroagrícola, hídrica, de agua potable, drenaje y
saneamiento; proyectos estratégicos y obras de conectividad en materia
portuaria para Tuxpan, Coatzacoalcos y la ampliación del Puerto de Veracruz;
además de obras de asociación público-privada para hacer realidad los planes
trazados en las carreteras Tuxpan-Tampico, Cardel-Poza Rica y Córdoba-Xalapa,
entre muchas otras de gran relevancia.
Es
decir, prácticamente lo que el gobierno federal ya había destinado a Veracruz;
por ello se oye muy fuerte la inversión: ¡11 mil millones de pesos!.
Pero,
cuál es el componente estatal, cuánto de lo que supuestamente ahorre el
gobierno local una vez que despida a cientos de empleados y burócratas y
cancele proyectos, destinará al rubro y qué obras son.
¿O
es pura propaganda para esconder los graves problemas financieros que enfrenta
y los hoyos enormes que un manejo caótico de los recursos federales ha
producido en los últimos años? Porque si realmente tienen proyectos aterrizados,
que el Gobernador nos lo revele, que nos diga qué, dónde, cuándo y de a cómo,
porque hay carreteras que se han anunciado hasta cinco veces.