HORA LIBRE
Álvaro
Belin Andrade.
Si Veracruz fuera un
país…
Si
Veracruz fuera un país (y hay quienes buscan imaginarlo así por el tamaño de
sus problemas), por población se ubicaría en el lugar 17 (de 35) entre las
naciones del continente, desplazando a Paraguay, Uruguay y a buena parte de los
países localizados en Centroamérica y el Caribe.
Según
el INEGI, Veracruz ostenta el tercer lugar nacional en número de habitantes,
con 7 millones 643 mil 194, solo superado por el Estado de México y el Distrito
Federal; para esperanza de nuestro género, en Veracruz la mayoría de sus
habitantes son mujeres.
En
superficie, sin embargo, nuestro oblongo territorio sería uno más de los
‘pulgarcitos’ de América (como el poeta salvadoreño Roque Dalton denominó a su
país), pues estaría ubicado en el lugar 21, después de Panamá y apenas
superando a países centroamericanos y del Caribe.
Sus
71 mil 826 kilómetros cuadrados de territorio, sin embargo, resguardan tesoros
inimaginables en su subsuelo y, a diferencia de países que no tienen una salida
al mar, como Bolivia y Paraguay, domina más de 745 kilómetros de litoral, que
representan el 29.3 por ciento de la costa del Golfo de México.
Si
Veracruz fuera un país ya estarían las empresas energéticas mundiales sobre
nuestros huesitos para extraer la riqueza en hidrocarburos en nuestra
plataforma continental y mar territorial, extrayendo gas y petróleo, ganando en
la petroquímica, tal vez succionando el material pétreo de nuestro vecino
mexicano y, por supuesto, contaminando las áreas circundantes a las áreas
extractivas, industriales y de exportación.
Tendría
tres puertos muy importantes (Tuxpan, Veracruz y Coatzacoalcos) que, además de
representar nuestra plataforma para exportar nuestras mercaderías, prestarían
servicios logísticos de transportación al gigante mexicano para llevar sus
mercancías a los puertos de toda América, Europa y África; contaríamos con
enormes territorios dedicados a la producción de alimentos, y los atractivos
turísticos los habríamos atendido de tal manera que el turismo internacional
proveniente de los países vecinos de América del Norte como Canadá, Estados
Unidos y, sobre todo, México, se incrementaría en cada temporada vacacional.
Gracias
a la disposición de la riqueza derivada del petróleo, nuestras carreteras y
autopistas estarían en altos niveles competitivos y servirían de puente para el
trasiego de personas y mercancías entre el sur de Tamaulipas y el sureste del
vecino mexicano, así como entre la capital mexicana y sus entidades del Caribe.
Los
aeropuertos de la pequeña república mostrarían renovados bríos. No solo tendría
éxito el de Veracruz sino que recuperaría su esplendor el de Canticas, en la
zona petroquímica de Coatzacoalcos, y podría reavivarse el aeropuerto de Poza
Rica, si consideramos que los esfuerzos de la hipotética empresa paraestatal y de
las privadas del sector petrolero tendrían que concentrarse en reimpulsar las
exploraciones del denominado aceite terciario, desde la otrora Meca petrolera
hasta la región de Chicontepec.
Su
carácter de capital nacional supondría para Xalapa una serie de históricas
inversiones en infraestructura, movilidad, desarrollo económico desde el punto
de vista comercial y turístico, y un mayor impulso a sus instituciones de
educación superior. La formación de capital humano le alcanzaría incluso para
promover tecnopolos que diversificaran sus ramas productivas. Dejaría de ser la
Cenicienta de los sucesivos gobiernos estatales priistas para convertirse en la
joya de la corona de un país pujante y con enormes posibilidades de desarrollo.
La
posibilidad de concentrar el presupuesto nacional permitiría impulsar la
actividad pesquera, no solo en la explotación de sus ríos, sino en la creación
de empresas productoras de especies acuáticas y, lo que es muy importante, del
apoyo para la creación de una flota marítima propia que permitiera a ese nuevo
país luchar por la riqueza pesquera de su mar territorial.
Veracruz, ¿un país
pujante o en quiebra?
Sin
embargo, si Veracruz fuera un país y tuviera, para nuestra desgracia, un
partido dominante semejante al PRI mexicano, si dentro de esa organización
partidista sentaran sus reales familias políticas que buscaran eternizarse en
el dominio de los puestos de elección popular, para medrar con los fondos
públicos, como se ha estilado con mayor estulticia en los últimos 16 años,
difícilmente nos serviría dejar de depender de una recaudación y una
distribución del gasto público federal tradicionalmente asimétricas, que
priorizan una mayor inversión estatal en aquellas entidades con menores grados
de desarrollo y, por ende, menores aportaciones fiscales.
Nuestra
deuda externa e interna nos ubicaría muy cerca de la situación que han vivido
países de la Unión Europea, como España y, recientemente, Grecia, y nos pondría
en la posibilidad de llegar a una situación de impago, como ha sucedido con
Argentina.
El
bajísimo crecimiento de nuestro Producto Interno Bruto a niveles por debajo de
un punto porcentual, o apenas por arriba de esa cota, imposibilitarían la
dinamización de las economías a escala y colapsarían los niveles de recaudación
fiscal, impidiendo cumplir con las obligaciones financieras con instituciones
locales e internacionales.
Ello
llevaría, por un lado, a la negativa de otorgar créditos para obras de
infraestructura requeridas por nuestro modelo de desarrollo e impuestas por las
políticas sociales suscritas por nuestro nuevo país en el ámbito internacional,
y por otro, significaría una inmediata intervención de los organismos
financieros internacionales que vendrían ‘a rescatarnos’.
La
vorágine de corrupción e impunidad afectarían no solo a las esferas públicas
sino habrían minado los mínimos niveles éticos de la población; el crimen
organizado ‘nacional’ y ‘trasnacional’ asolaría a los veracruzanos sin que el
aparato policiaco minado por la corrupción pudiera contenerlo.
Los
puertos, aeropuertos y carreteras de la hermosa República de Veracruz se
utilizarían para el trasiego de drogas, mientras que las actividades
industriales, particularmente las relacionadas con la extracción,
transformación, transportación y comercialización de hidrocarburos, estarían dominadas
por los grupos criminales.
En
medio de ese caos, los connacionales veracruzanos veríamos cómo políticos
corruptos utilizan los recursos públicos, uno, para perpetuarse a través de su
propia pandilla para evitar ser enjuiciados, y dos, para su extraordinario
enriquecimiento personal, cuyas fortunas mal habidas disfrutarían en países
vecinos, como México. El dominio político se sumaría a un sometimiento brutal
mediante los cuerpos policiacos, mientras las normas y leyes se harían más
laxas para permitir un alejamiento incluso de las más elementales normas
democráticas y de administración de justicia.
Ese
país, pobre país, tendríamos en Veracruz. Y entonces sí seríamos, más que
nunca, parte de la comunidad Centroamericana y del Caribe, y veríamos cómo las
potencias extranjeras nos convertirían en los hechos en su colonia.
De
un cuento de hadas, la historia independiente de Veracruz como nación sería más
bien una novela de terror.