Sin
tacto
Por
Sergio González Levet
Poetas
en competencia
Mi amigo Felipe Hakim, que es muy competidor,
se pregunta en una de las cuatrivias que acostumbra en sus cápsulas políticas
quién será mejor poeta de una lista de cuatro veracruzanos que pone: Silvia
Tomasa Rivera, Francisco Hernández Pérez, José Luis Rivas y Manuel Antonio
Santiago.
Obvio, la pregunta tiene cuatro respuestas
posibles, y es según el lector que la conteste, porque no es posible hablar de
mejor o peor en el caso de la creación literaria.
Digamos que hay indicadores que permiten
saber cuándo un poeta o un poema son malos, pero entre los buenos, es imposible
medir niveles de calidad. Entra aquí el gusto, que no es un juicio de valor
sino una impresión personal.
A mí, por ejemplo, no me gusta la poesía de
Federico García Lorca, y muchas veces que he emitido esa opinión me han
preguntado que por qué digo eso, y me han replicado que el poeta andaluz es un
clásico y que su producción es de muy alta calidad.
Yo solamente contesto que nunca he dicho que
me pareciera malo, que lo considero un poeta de excelsitud, uno de los mejores
de España, que ha dado tantos y tan buenos vates… pero con todo y eso no me
gustan sus versos.
Así, que le digo a Felipe que su cuatrivia no
tiene una respuesta, o las tiene todas. ¿Cómo, amigo, determinar cuál es mejor
si leemos versos como los que pongo a continuación?
De Francisco Hernández:
Quitar la carne, toda,
hasta que el verso quede
con la sonora oscuridad del hueso.
Y al hueso desbastarlo, pulirlo, aguzarlo
hasta que se convierta en aguja tan fina,
que atraviese la lengua sin dolencia
aunque la sangre obstruya la garganta.
De José Luis Rivas:
Tal vez la dicha de vivir llega siempre
con eso que sabemos
a hurto de nuestro anhelo.
¿Cómo prestar al sueño
alas
que no sean las tuyas,
mar
de mis brazos abiertos en el aire?
De Silvia Tomasa Rivera:
Ella lo vio desnudo sobre el agua,
no pudo más, dio media vuelta
pero sus ojos quemaban como piedras
bajo los pies oscuros.
Ella rompió esa noche el cántaro del sueño
y bajó al río, donde él la esperaba
sin palabras.
Son dos -ahora sumergidos-,
en la fuente dorada de la vida.
De Manuel Antonio Santiago:
Las bugambilias rojas
A media vereda.
donde la ramada se cierra.
De la encalada muralla,
del largo muro blanco,
brota un incontrolable
borbotón de flores,
que sin mesura mana
y escurre hacia las piedras:
son pétalos de sangre.
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