HORA
LIBRE
Álvaro Belin Andrade
¿Cómo
dilapidar la fortuna de Veracruz?
Aunque Veracruz no le fue entregado como
una empresa boyante ni el ‘padre’ dejó con números negros las finanzas públicas
de la entidad, lo que ha ocurrido con la economía estatal durante el gobierno
de Javier Duarte cada vez semeja más a la de una herencia que ha sido
dilapidada por el sucesor.
Engolosinado con una caja a la que
ingresan pingües recursos, en lugar de destinarlos a mantener a flote la
desmedrada contabilidad del emporio y disminuir las pérdidas, los ha utilizado
para caras banalidades, pirotecnia financiera, compras de pánico en el mercado
electoral, lujos mediáticos y fiestas con amigos tontos que no tienen
llenadera.
A Duarte, la fortuna le pilló de pronto
sin que tuviera bajo el brazo un plan riguroso y disciplinado para enmendar los
excesos del ambicioso ‘padre’, quien endeudó hasta las canillas un estado que
ya le había dejado con enormes pasivos quien inició en Veracruz la caída
vertiginosa de las finanzas públicas.
En efecto, Miguel Alemán Velasco, quien
fue recibido como la esperanza de que Veracruz saldría del subdesarrollo
gracias a ideas atrevidas (como que construiría carreteras con puentes y
túneles para abreviarlas), relaciones con el mundo empresarial nacional e
internacional (que vendrían con gozo a invertir y generar empleos) y una
fortuna que le haría inmune a la tentación de meter mano a los caudales, se
sirvió con la cuchara grande, junto con amigos de clase que vieron en la
entidad no el hábitat de una población necesitada de desarrollo sino la tierra
prometida para hacer negocios con el dinero público.
Ya todos sabemos que el exgobernador
Patricio Chirinos Calero le dejó en caja a Alemán unos 2 mil 500 millones de
pesos para usarlos en las obras públicas que anhelaban los jarochos, pero nunca
operó el milagro; en cambio, facilitó negocios personales, dejando una deuda pública
que rebasaba los 3 mil 500 millones de pesos.
Y entonces llegó Fidel. Si el de cuna
millonaria no nos había ayudado, muchos pensaron que lo haría el de cuna
humilde, oriundo de una pequeña comarca de la Cuenca del Papaloapan, con un
discurso inteligente y fresco que lo hacía aparecer como el que conocía a fondo
los múltiples y diversos problemas del estado y con la capacidad de encararlos
con soluciones definitivas e inéditas.
¡Vaya fiasco! Los seis años del famoso
Tío Fide fueron de un control personal de las finanzas públicas en todos los
rincones de la administración estatal, para usarlas en propósitos personales y
políticos que le permitieran instaurar una prolongada prevalencia de su grupo,
descabezar los liderazgos políticos en todos los partidos y organizaciones
sociales para asegurar un control casi dictatorial en un entorno en que el
gobierno federal panista permitía a los gobernadores del PRI convertirse en
virreyes, usar discrecionalmente los recursos públicos en el culto a su
personalidad, privando a los veracruzanos aún de la más mínima manifestación de
prensa crítica u objetiva, y permitir los más negros pasajes de impunidad que
hemos sufrido los veracruzanos ante la acción descontrolada de las
organizaciones criminales.
El resultado fue desastroso. Amén de
haber dispuesto incluso de los recursos enviados por el gobierno federal para
atender los múltiples desastres naturales, la primera parte de la Fidelidad nos
dejó con una deuda histórica que muchos calculan superior a los 80 mil millones
de pesos, una prevalencia del crimen organizado que enlutó y empobreció a miles
de familias, el predominio de un ejército de políticos imberbes que le rendían
absoluta pleitesía sin haber aprendido siquiera a administrar sus crecientes
fortunas… y a uno de sus delfines, Javier Duarte de Ochoa, en el gobierno
estatal por los siguientes seis años.
La
austeridad, para los pobres
Amén de los persistentes escándalos por
los homicidios de periodistas, cuyo culmen ha sido el caso Narvarte, el
gobierno encabezado por Javier Duarte no ha dejado testimonios de una voluntad
política para remediar la grave situación financiera de la administración
pública.
El inicio de su gobierno fue
verdaderamente accidentado. Rotos los posibles acuerdos con los grupos
delictivos dominantes y la incursión de nuevas bandas, además de la carencia
del más mínimo recurso en caja para afrontar las pantagruélicas deudas dejadas
por Fidel Herrera, Duarte debió hacer del discurso el único insumo político
tangible.
Sus primeras acciones fueron llevar a
juicio a exalcaldes de pequeños municipios que habían metido la mano al cajón,
anunciar acciones orientadas a combatir la corrupción, un programa de
austeridad que incluía un severo ajuste del cinturón en las finanzas públicas,
el despido de empleados y funcionarios, la cancelación de la mayoría de los
onerosos convenios de publicidad contratados por su antecesor hasta con la más
humilde hoja volante y el banderazo a la autopista Tuxpan-Tampico que, al
momento, no conocemos si esté en proyecto siquiera.
La siguiente acción de su gobierno,
obligado por las terribles circunstancias, fue establecer acciones conjuntas
con las fuerzas federales para contener la violencia desatada por todos los
rumbos de la entidad, que amenazaba con descartar a Veracruz, ya no digamos
para las inversiones, sino incluso para el turismo nacional, tema por cierto
que fue el más impulsado en esa negra inauguración de su gestión, aprovechando
tres eventos de inicio de año: las Fiestas de la Candelaria en Tlacotalpan, el
Carnaval de Veracruz y la Cumbre Tajín.
¿Qué ha pasado de 2011 a la fecha? Nula
obra pública, mayor endeudamiento, dificultades para pagar la nómina y a
pensionados, bloqueo de recursos a UV y municipios, una fuerte inversión en
seguridad pública que no ha evitado el florecimiento de los índices delictivos,
recortes presupuestales, fuertes confrontaciones con los órganos federales de control
del gasto y una fuerte derivación de recursos para ganar comicios locales y
federales.
¿Qué esperamos los veracruzanos? Que por
fin haya al menos inversiones en infraestructura de caminos y carreteras, aunque
sea mediante la reparación de las existentes pues muy difícilmente se podrán
abrir nuevas vías de comunicación; una real austeridad de los mandos medios y
altos del gobierno estatal, el cumplimiento con los programas básicos en
materias tales como educación y salud, y una mayor transparencia gubernamental.
Como decía al principio, el actual
gobierno está actuando como el junior que recibió una empresa con muchas
posibilidades pero con graves problemas financieros. Como todo heredero
inexperto, se ha dedicado a gastar el dinero que no tiene, que no genera, y hoy
está desprendiéndose incluso de sus propiedades inmobiliarias para pagar sus
gastos y sus excesos.
Como consecuencia, la población en
pobreza y en pobreza extrema ha crecido de manera vergonzosa en los últimos dos
años, la inversión atraída no ha servido para crear los empleos de calidad que
requieren los veracruzanos y ha tenido que cancelar o postergar aun las obras
públicas más modestas, como reparación de caminos, y es posible que deje para
la posteridad la culminación de las pocas obras que son de gran envergadura
como el túnel bajo el río Coatzacoalcos.
Si quiere corregir la grave crisis
política que le pudieron endilgar con al caso Narvarte, ya va siendo hora de
que haga algo por este estado, convertido en un erial de desarrollo y una
vergüenza internacional en materia política.
Comentarios: belin.alvaro@gmail.com| Twitter: @HoraLibre