Sin tacto
Por Sergio González Levet
Del reglamento
Veo en la entrada de la Avenida Lázaro
Cárdenas hacia la Avenida Veracruz, o hacia Plaza Cristal o hacia Américas o
hacia Maestros Veracruzanos a dos agentes de Tránsito vestidos convenientemente
de azul y empeñados seriamente en cumplir la orden que les dieron.
Ellos han puesto varios conos anaranjados
para obligar a los conductores a que ingresen al carril de salida desde muchos
cientos de metros antes, y no dejan que ningún gandalla quiera meterse por
donde no se debe (porque, si me permiten la expresión, ésta es una de las
entradas más sodomizadas por choferes que no respetan el orden ni los
ordenamientos).
Obvio, muchos y muchas atrás de sus volantes
se enojan y hasta hacen a mentarles la madre a los agentes que sólo realizan su
función, que es la de evitar que unos pasen por encima del derecho de los
otros.
Sucede que en ese punto nodal de la vialidad
xalapeña, muchos taxistas y muchas señoras en sus camionetas y varios guaruras
que aún no han perdido el empleo se seguían por el carril de acceso al puente
que pasa por encima de la calle Chedraui Karam, y se detenían ahí para meterse
a la mala a la lateral, con lo que le ganaban -según ellos, ganaban- el lugar a
los conductores que venían haciendo una larga cola, muchas veces desde el
puente por el que pasa el ferrocarril y a veces desde la Ferretería Onofre (de
nada por el comercial).
Con eso no solamente cometían una felonía,
sino que se ponían en peligro de sufrir un choque por alcance de los automovilistas
que entraban confiados al puente y no esperaban que alguien se fuera a detener
de manera tan imprudente como injusta.
Don Edmundo Martínez Zaleta, quien hasta el
momento de redactar estas líneas aún seguía siendo el Director General de
Tránsito del Estado, confiesa que la imposición del nuevo Reglamento ha sido
muy difícil, sobre todo porque no cuenta con el número necesario de agentes
para que vigilen y garanticen la correcta aplicación de las medidas correctivas
en todas las ciudades de la entidad (menos una, Boca del Río, que no aceptó la
nueva normatividad estatal).
Pero regreso a la entrada lateral de Lázaro
Cárdenas, y observo que muchos ciudadanos en sus coches y de a pie dan muestra
de que están de acuerdo con que se impida que los malandrines del volante ganen
espacios a fuerza de meter sus unidades precisamente a la fuerza.
Si todos respetáramos los lugares de los
otros en la vialidad, si cediéramos el paso y manejáramos con cortesía, sin
duda que las cosas transcurrirían, si no más rápidas cuando menos con mayor
amabilidad, y con eso se reduciría el estrés que padecemos como mal endémico en
nuestras calles; estrés funesto que tantos males trae a los xalapeños
(aprovechando las primeras líneas de La
Ilíada de Homero: “Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles; cólera funesta
que tantos males trajo a los aqueos”.).
Qué bien que se ponga el orden, cuando menos
en esos puntos nodales, en donde campeaba la descortesía, y que estaban llenos
de malas palabras y peores intenciones.
Algo es algo…
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