Sin
tacto
Por
Sergio González Levet
Pleitos
de garnacheras
Había en mi pueblo dos señoras garnacheras
que tenían sus negocios en una calle lateral del parque principal, y que
prácticamente estaban uno junto al otro; los separaba apenas una angosta puerta
con paso a un patio interior, que usaba su dueño para mandar al ostracismo los
triques y las cosas inservibles que sobraban en su casa.
En la búsqueda de la clientela, nuestras dos
garnacheras fueron acumulando rencores y odios, al grado tal que terminaron por
protagonizar un pleito permanente y ostentoso, que en un principio era la
delicia de los chismosos del pueblo (que lo eran todos), pero con el paso de
las broncas se fue convirtiendo en una molestia para los clientes que trataban
de llenar la panza con los antojitos que preparaban.
Llegó a tal grado el encono, que una y otra
se dedicaban a exclusivamente a denostarse entre ellas, y de ese modo todos nos
fuimos enterando que doña Chofi le ponía carne de caballo a la garnachas y que
doña Petra compraba tomates podridos y verduras de segunda para preparar sus
guisos. Y no sólo eso: la primera nunca se lavaba las manos y no usaba agua
hervida, mientras la otra reusaba las salsas del día anterior y ponía la misma
manteca en el comal hasta por tres días seguidos.
Tanto fue así, que se olvidaron de un dogma
de la mercadotecnia: hablar bien de sus propios productos.
Ante tantas bajezas de las que nos fuimos
enterando, todos optamos en el pueblo por dejar de ir a comer con las vecinas
rijosas, y preferíamos caminar tres cuadras (que en términos de pueblo es una
distancia considerable) para ir con doña Úrsula, que era un modelo de limpieza
e higiene, además de que su comida era igualmente sabrosa. Y con eso, no era
nada carera.
Las dos garnacherías del centro tuvieron que
cerrar, ante la falta de clientes. Pero eso sí, sus propietarias nunca
quisieron reconocer que fue por culpa de su pleito enconado.
Bueno, pues algo similar está pasando con los
partidos políticos y las campañas, llenas de guerra sucia y lodo, en las que
todos salen perdiendo, en particular los ciudadanos, que finalmente somos los
que patrocinamos esos pleitos sin cuartel, a través de las enormes sumas de
dinero que salen de nuestros impuestos y se les entregan en forma de
prerrogativas.
Además de tantas denuncias en contra de
candidatos y funcionarios de los partidos opuestos, los spots se dirigen en su
mayoría a hablar mal del vecino de enfrente. En lugar de destacar las bondades
de un partido, prefieren enderezarse hacia críticas mal fundamentadas, falacias
y sofismas sin sustento, que pretenden, sin lograrlo, mover las emociones de
los electores en contra de un partido, con la vana ilusión de que así votarán
por el que acusa.
Y el pueblo queda en medio de estas riñas, de
estas luchas de hiena por los despojos, en la sola contemplación de las
bajezas, de los infundios, de las calumnias.
Por eso se están quedando sin clientes los
partidos.
Por eso, algún día tendrán que cerrar el
negocio…
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