HORA
LIBRE
Álvaro Belin Andrade
¿Ya
prepara sus maletas Javier Duarte?
Tan fuerte está calando la idea de que el
gobernador Javier Duarte de Ochoa estaría perdiendo puntos en el ánimo del
Presidente de la República y del PRI nacional, y que su confrontación con
factores decisivos de la próxima contienda le está dejando solo y aislado, que
los panistas ya empezaron a imaginar el acto de asunción de Miguel Ángel Yunes
Linares como Gobernador en diciembre de 2016 y hasta en quiénes serán los
invitados a la toma de protesta de su aventajado suspirante.
Y es que Duarte puso en el mismo caldo a
todas sus presas para cocerlas a fuego lento. Los molinos eólicos de esta
versión bien alimentada de El Quijote se han multiplicado de tal manera que si
generaran energía eléctrica dejarían sin sustento la solicitud para que la
Legislatura autorice constituir una empresa pública-privada del sector
eléctrico con la brasileña Odebrecht que, luego de sufrir escaramuzas críticas,
ha sido dejada en paz por sus detractores, como si el cebo de la hipotética
posibilidad de hacer dimitir al heredero de Fidel Herrera hiciera secretar más
saliva que la materialización de un oscuro negocio.
Javier Duarte de Ochoa no solo está
recibiendo un severo golpeteo en voz del senador Héctor Yunes Landa. Ya
identificado con el alias de El Caña Brava, el choleño se mantiene arriba del
ring con los guantes puestos, asestando una amplia gama de puñetazos, el
último, sobre la humanidad de la homologación a 3% del impuesto sobre nómina y
ya se apresta a apoyar el juicio de amparo que gestionarán empresarios para
echar abajo la medida, cosa que difícilmente lograrán, por lo que solo será un
espectáculo mediático.
Hay que recordar que otros estados ya lo cobran
con ese porcentaje (Chihuahua, Distrito Federal, Estado de México, Nuevo León,
Puebla, Quintana Roo y Tabasco) y que el hecho de que la medida sea injusta,
abusiva e inoportuna, no quiere decir que pueda ser cuestionada
constitucionalmente pues fue impuesta con las armas jurídicas exigidas.
Pero la andanada mayor la recibe Duarte de
la prensa nacional, mucha de ella alejada porque ya no hay capital para
invertir en ella. La mayoría de los analistas que se han referido últimamente a
Veracruz coincide en la ya próxima dimisión del cordobés, a petición incluso
del mismísimo presidente Peña Nieto o del dirigente nacional priista Manlio
Fabio Beltrones, como una jugada desesperada para evitar que sus supuestos
desatinos políticos sean las vigas con que se construya el cadalso en que el
próximo año sea sacrificado el Partido Revolucionario Institucional. Otro tanto
está sucediendo con los analistas locales.
Tiempo
de riesgos y confrontaciones
Si nos ponemos a ver en retrospectiva,
nunca ha habido tantos temas ríspidos juntos, atropellándose incluso, y un
alejamiento tan grande entre prensa y poder.
Y este estilo impetuoso de gobernar, de
tramitar juicios contra representantes populares adversos (el panista alcalde
boqueño y el ‘independiente’ diputado local sureño), de impulsar reformas en
aspectos sensibles para los empresarios, muchos de ellos con deudas pendientes
del gobierno, y todo ello como colofón del pleito con Héctor Yunes Landa, ha
hecho que todo mundo piense en que habrá consecuencias negativas no solo para
el PRI el próximo verano sino, de inmediato, para el gobernador Javier Duarte
de Ochoa.
Pero, no. Como dijo el senador José Yunes
Zorrilla, ni se ha iniciado un proceso político interno para hacerlo dimitir (sea
desde la cúpula del PRI o desde Los Pinos), ni hay razones jurídicas para
lograr ese propósito. Y mire que no escasean los veracruzanos que desearían
llegar a ese escenario.
Queda claro que Javier Duarte de Ochoa no
pasará a la historia como el gobernador más querido o mejor recordado, ni mucho
menos. Y es una pena que un político tan joven prácticamente vea arder sus
naves el primero de diciembre del próximo año, porque poco a poco muchos de sus
antiguos protectores o beneficiarios se alejan para no cargar con su imagen
política tan averiada.
Sin embargo, las preguntas que deberemos
hacernos para hurgar y tener una mejor idea de lo que pasa y lo que va a
suceder son:
¿Realmente Duarte está rompiendo con el
protocolo y las formas políticas solo por [parafraseando a Bécquer] un desvarío
de su mente loca?
¿El desgaste de su imagen y su capital
político en luchas frontales contra los Yunes azules y, de paso, los rojos, no
constituye una estrategia diferente con la que el PRI busca debilitar a los
panistas, que son el peligro más serio para su propósito de mantener intocada
la silla gubernamental de cualquier tufo de alternancia política?
¿Este ‘tour de force’ de Duarte, como el
dirigente visible del grupo de la Fidelidad, no es una práctica de vuelo de lo
que puede ser una nueva estrategia priista, un modelo beligerante de hacer
política para los tiempos que vienen?
Porque la forma en que Javier Duarte se
ha involucrado en fuertes conflictos políticos, una vez que fue desmarcado de
la investigación del Caso Narvarte por la fiscalía del DF, ha sido una que
cualquiera calificaría de suicida. Nunca habíamos visto en Veracruz (y mire que
Fidel Herrera era impertinente e irrespetuoso) a un gobernador que se pusiera
los guantes en –digámoslo de esa manera– peleas callejeras, arremangándose la
camisa y por momentos comiendo el polvo.
En general, esa tarea se le encargaba al
dirigente del partido, al secretario de Gobierno o al Fiscal General, o se
filtraban en la prensa comentarios que permitían a los involucrados inferir de
dónde provenían los golpes. La verdad es que siempre se buscaba proteger al Gobernador
para que no fuera visto como el villano aunque el fuera el que ordenara actuar
a su pandilla. Con ello podía ser la última instancia para resolver conflictos
políticos y parecer, además, como un político mediador, negociador, el
gobernante capaz de calmar los ímpetus de sus correligionarios.
En fin, que de que se va Duarte no nos
queda la menor duda. La pregunta es si no lo hará hasta el 1 de diciembre de
2016 cuando entregue la administración al minigobernador.
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