EL
DEMONIO SUELTO EN XALAPA
Uriel Flores Aguayo
Tres jóvenes
xalapeños, casi adolescentes, están involucrados en el secuestro y asesinato
de un muchacho de 18 años originario de Puebla; previamente, junto a
otros jovencísimos xalapeños, ya habían sido partícipes de actos delictivos.
Estamos ante hechos criminales severos, planeados y de crueldad
desproporcionada; de resultar plenamente culpables no tendrían ningún atenuante,
estaríamos ante fríos asesinos. Al estupor en grado de horror que despiertan
estos acontecimientos deben venir las intentonas de explicaciones, estudios y
conclusiones indispensables para tratar de entender lo que pasa en ese sentido
en nuestro entorno social. Hay que darle visibilidad a las versiones y
comentarios que se hagan sobre este caso sangriento, que no se queden en un
amarillismo silencioso, en las persignaciones correspondientes y en las
condenas morales por mucho que todo eso sea natural e inevitable; buscar
respuestas a algo tan duro, impactante, es una cuestión de salud social y de
perspectiva humana para todos nosotros.
Debemos partir de
un cuestionamiento básico: como pudo pasar esto, cuales son sus
motivaciones y si son los únicos que habitan nuestra ciudad. Algunas respuestas
serán rápidas y sencillas, otras no tanto. Habrá que buscar explicaciones en la
ciencia y en nuestra sociedad. Habrá que establecer las patologías del caso, el
tipo de familias en que crecieron, su ambiente social y la personalidad que
portan. Es obvio que son parte de una etapa violenta que azota a nuestro país
como efecto de nuestra ubicación geográfica, la especie de estado fallido en
que vivimos, la criminalizacion generalizada de las drogas, la política pro
yanqui del gobierno mexicano y la inmensa corrupción gubernamental. Son esa
parte que incluso puede ser víctima cuando menos en grado de una guerra que
coloca a la sociedad en medio de las balas y de olas infinitas de violencia.
Cuando Felipe Calderón, urgido de legitimidad, declaró la guerra a
los narcotraficantes estos muchachos tenían nueve o diez años; es prácticamente
imposible que ya tuvieran instintos asesinos. Indirectamente crecieron en un
ambiente de guerra, de los impactos mediáticos de las balaceras, los
descabezados, los narco corridos, el glamour de los narcotraficantes y la exhibición
de su impunidad y sus riquezas; recordemos como el propio gobierno federal
mostraba cual héroes a los capos del narcotráfico; que tanto esas historias
influyeron en estos muchachos estaría por verse.
No creo que haya un
factor exclusivo que explique la conducta criminal de esos jóvenes, seguramente
serán varios, pero debe haber rasgos comunes y dominantes, un patrón en su
forma de ser. Evidentemente carecen de valores, privar de la vida a alguien
requiere una condición humana especial, más bien de inhumanidad; su apuesta
cruel se nutre de cierta idea de impunidad, sino fuera así entonces serían
suicidas; es obvio el afán material y de poseer dinero obtenido fácilmente;
desde luego tal vez sea la condición principal su adicción a las drogas. De eso
se tiene que hablar por parte de los especialistas, mucho ayudarían a la
juventud y familias xalapeñas en materia de prevención y fomento a
un ambiente sano.
De gran interés será
el juicio de estos muchachos, ahí habrá muchas respuestas a los cuestionamientos
que todos nos hacemos; ojalá sea transparente y justo. Que sea directo, sin
recovecos; que sea normal, sin afanes mediáticos. En lo general será una
lección para todos nosotros, especialmente para sus padres y maestros, así como
para sus compañeros: será que no observaron algo extraño en su conducta o
fueron omisos. Esta última aseveración me parece muy importante, a desarrollar
un poco más; hay algún tipo de omisión cómplice cuando observamos conductas
negativas y no hacemos nada, volviendose, entonces, normales; cuando callamos o
celebramos las imprudencias de ciertos jóvenes, así como su afán material, su
vulgaridad y comportamiento nocivo. En eso también está una responsabilidad de
los adultos, si hablamos del ámbito privado, y de autoridades sí hablamos de
ámbitos públicos. Habría que cuestionarnos también qué tipo de políticas
existen hacia los jóvenes, cuantas oportunidades, qué tipo de escuelas , qué
tipo de áreas deportivas, qué programas preventivos y de rehabilitación de
drogas, qué trato de las policías, qué trato de la justicia, etc.
Estamos ante un caso
triste donde, de golpe, se echa a perder la vida de varios jóvenes y sus
familias. Incluso sus amistades difícilmente podrán seguir siéndolo después de
lo ocurrido. Estamos ante una realidad muy preocupante, es casi increíble que
jóvenes apenas niños ayer ya sean asesinos; en muchos sentidos carecen de
madurez, es poco lo que han vivido en plan amplio. Al final de los juicios, ya
con sus sanción legal, y de los estudios del caso (aquí la UV debe
involucrarse), con sólidas explicaciones, debemos obtener conclusiones
racionales y tomar la iniciativa en acciones concretas y eficaces para prevenir,
aislar y superar conductas criminales de ese tipo.
Recadito: De broma el
estado de derecho ante las invasiones toleradas en Xalapa.