HORA
LIBRE
Álvaro Belin Andrade
Histórica
abstención
Si de historia hablamos, lo correcto para
los comicios celebrados el domingo pasado es que casi 6 de cada 10 veracruzanos
con credencial para votar no acudieron a las urnas. En Veracruz, el abstencionismo
estuvo en la fotografía de toda la jornada en las más de 10 mil casillas
instaladas en su territorio, lo que habla de una estrategia exitosa para
inhibir la de por sí baja afluencia en comicios intermedios.
Esta verdad irrebatible, la de los
números y las estadísticas, pone a la democracia a la mexicana ante varios
cuestionamientos, el principal, la enorme cantidad de recursos públicos
destinados oficialmente a los partidos políticos, provenientes de una
administración federal que ya se plantea un Presupuesto Cero para 2016 para
ajustar severamente el cinturón ante la caída de los ingresos petroleros, y por
otra, la necesidad de que dichos partidos replanteen sus programas y accionar
políticos frente a una población que los identifica, en muchos casos, como los
principales enemigos de la democracia y de los propios mexicanos.
Considerando un avance de 96 por ciento
del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), se puede observar
un malestar generalizado de los ciudadanos de la entidad. Al 56.14 por ciento
de votantes que prefirieron no acudir a sufragar debe sumarse el 4.88 por
ciento de quienes, como forma de protesta, nulificaron sus votos, por lo que ya
podemos imaginar un rechazo de más del 61 por ciento del padrón tanto al sistema
electoral como a los partidos políticos.
En efecto, de los más de 5.5 millones de veracruzanos
con credencial para votar, solo acudieron 2.4 millones. De ellos, más de 80 mil
optaron por el voto nulo, lo que quiere decir que apenas 2 millones 368 mil 956
ciudadanos (siempre con los datos incompletos del PREP), sufragamos a favor de
uno de los diez partidos o candidatos independientes registrados.
Comicios
caros, partidos inoperantes, nula legitimidad
¿Qué significan estas cifras tan
castigadas para imaginar la legalidad con que cada partido obtuvo el voto
ciudadano? Y, por consecuencia, ¿qué tan efectivos fueron los vastos recursos
con que fueron obsequiados por parte del Instituto Nacional Electoral que, para
este año, les destinó más de 5 mil 300 millones de pesos?
Si consideramos que a cada candidato se
le impuso un tope de gastos de campaña de 1 millón 260 mil 038 pesos, en
Veracruz la cifra que se ha debido gastar para financiar las campañas de 190
candidatos de los 10 partidos, más los independientes, se aproxima a los 240
millones, lo que quiere decir que cada uno de los 21 diputados federales
veracruzanos habrán costado al erario más de 11 millones de pesos. Por supuesto
que no es la cifra exacta, porque una buena parte de los candidatos incurrió en
exceso en los gastos, y muchos multiplicaron hasta por 10 e, incluso, por 20
esa cifra.
Que las autoridades estatales,
particularmente el gobernador Javier Duarte de Ochoa, salgan a declarar que los
comicios del pasado domingo fueron históricos solo es posible creerles si se
refieren al alto abstencionismo registrado y, por ende, a la constitución de
una bancada veracruzana en el Palacio Legislativo de San Lázaro con menor
legitimidad y respaldo ciudadano. En efecto, mientras se señala un abstencionismo
de 52.96 por ciento a nivel nacional, ya veremos cómo hemos quedado en la
entidad donde se cifra en 56.14 por ciento.
El problema es la cantidad que cada
partido obtuvo en los comicios. Por ejemplo, con el 36.2 por ciento de los
votos emitidos (es decir, apenas 886 mil 552 sufragios), la alianza PRI-Partido
Verde apenas obtendría el 15 por ciento del padrón total; por tanto, con menos
de una sexta parte de los veracruzanos registrados, el PRI y el Verde están más
que contentos porque tendrán 16 diputados federales por mayoría relativa.
El PAN, con su 21.3 por ciento de los
votos emitidos (al recibir 521 mil 645), apenas obtendría arriba del 9.3 por
ciento del padrón, es decir, menos de la décima parte, lo que le alcanzaría
para dos diputaciones, mismo número de posiciones que obtendría Movimiento
Regeneración Nacional (Morena), aunque su cosecha de votos haya sido menor
(poco más de 293 mil, es decir, 12 por ciento de los votos emitidos), y que en
términos del padrón electoral apenas representa el 5 por ciento.
Con el abstencionismo brutal observado el
domingo, por tanto, ningún partido tendría legitimidad.
¿Unos
comicios en paz?
No podemos negar que los comicios del
domingo se desarrollaron prácticamente sin incidentes de violencia qué
lamentar, como sí ocurrió en estados como Chiapas, Oaxaca, Michoacán y
Guerrero, considerados, junto con Veracruz, como los cinco focos rojos para el
Instituto Nacional Electoral.
Quienes generaron la violencia con el
insano propósito de lograr justo lo que sucedió, el mayor abstencionismo de los
comicios intermedios, actuaron quirúrgicamente. No fueron, como en los otros
focos rojos, movimientos sociales radicalizados que hubiesen realizado actos de
sabotaje y violencia para inhibir a los veracruzanos en sus intenciones de
acudir a cumplir con su obligación ciudadana.
Para todos los analistas políticos,
dirigentes de oposición y ciudadanos comunes y corrientes, los actos de
violencia desatados desde el lunes 3 de junio, con la irrupción de encapuchados
en las oficinas locales del INE en Xalapa (esperaron a que cerraran las
oficinas para actuar), fueron grupos y personas bien entrenados ligados a las
dependencias policiacas estatales, las mismas que encubrieron, según varios
testimonios, los actos fraudulentos de acarreo y compra de votos durante la
misma jornada electoral.
A este acto desesperado por aterrorizar a
los ciudadanos, le siguió la golpiza a ocho estudiantes universitarios por
encapuchados armados con armas, bates de béisbol y machetes que, hasta el
momento, no han sido detenidos, pero que todo mundo señala como miembros de la
Secretaría de Seguridad Pública.
A estos actos vandálicos de sospechoso
corte oficial, le siguieron los ataques intimidatorios realizados con piedras y
bombas incendiarios (molotov), primero, contra seis casas de representantes y
militantes del Partido Acción Nacional en la madrugada del sábado 5 en la
ciudad de Veracruz y, después, contra igual número de viviendas de panistas en
el municipio de Boca del Río, ya en la madrugada del domingo 7 de junio.
En el colmo del cinismo, el presidente
del PRI estatal, Alfredo Ferrari Saavedra, quiso lanzar un manto de sospecha
sobre los propios panistas a quienes acusó de cometer autoatentados para poner
en entredicho la elección, cuando había plena conciencia en los dirigentes
priistas de que ambos distritos estaban prácticamente perdidos y trataban de
inhibir la asistencia de los seguidores blanquiazules a las urnas.
Como quiera que sea, a partir de las 8:00
horas en que se supone se abrirían las casillas y hasta las 18:00 en que se
cerraron, reinó la calma, la que se rompió justo unas horas después de
concluida la votación cuando la candidata del PRI-PVEM en el distrito 12,
Veracruz Urbano, Anilú Ingran Vallines, se dio cuenta de la derrota. Grupos del
PRI vandalizaron la sede de la Junta Distrital, mantuvieron encerrados a los
funcionarios y hubo que suspender el conteo de las actas de casilla por las
condiciones de riesgo que impusieron los rojos.
Eso sí, no hubo violencia significativa
durante la jornada electoral. Esta ocurrió antes y después de ella. ¡Qué
picardía!