Prospectiva

Pacto en el fragor de las protestas


Por JAIME RÍOS OTERO


Por supuesto que la firma de un pacto social entre las fuerzas políticas del país es algo trascendente, un gesto de alto simbolismo que advierte la posibilidad de que las grandes decisiones sobre la vida de la República se tomen de manera consensuada y buscando los equilibrios.

Que yo recuerde, no se había hecho algo semejante desde los tiempos de Miguel de la Madrid, cuando fue suscrito el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico (PECE), que fundamentalmente pretendía enmarcar a los sectores social, empresarial y gubernamental en una combate conjunto a la inflación.

Pero eran otros tiempos. Todavía el presidente de la República tenía en sus manos el poder omnímodo que caracterizó al PRI en las 7 décadas en que gobernó al país. Precisamente con don Miguel comenzaron a cambiar las cosas, pues los informes de gobierno pasaron a tener jaloneos y cuestionamientos a la actuación del semidiós. Así que el Pacto de aquellos años realmente fue suscrito bajo la voluntad “soberana” del presidente, que sólo necesitaba ordenar para que los demás atendieran sus indicaciones.

La situación es ahora diferente.  Enrique Peña Nieto llega a la Presidencia de la República con un México dividido y polarizado políticamente. Más de la mitad de los ciudadanos votaron en contra de él como opción. En los años recientes, el país vivió por primera vez en su vida independiente atisbos de la democracia, que permitieron la alternancia, y la sociedad también está sufriendo graves heridas producto de la lucha contra la criminalidad.

Por ello, la suscripción de este Pacto por México tiene un significado mayor. Fue firmado en medio del fragor de las protestas habidas en todo el país contra la asunción del mexiquense a la silla y, como en un presagio del estado de cosas, coincidentemente contrastaron con las 13 metas que delineó en su toma de posesión el nuevo presidente, 13 ejecuciones entre el viernes y el sábado en varias entidades del país.

Motivos laborales me impidieron seguir la toma de protesta, pero observé la noche anterior la entrada en vigencia del nuevo gobierno. La verdad es que, en materia de protocolo, los priistas son los amos y señores del ritual republicano. Todos los actos del viernes presentaron a un equipo de trabajo nuevo pero sólido, con discurso demócrata y orden en su manera de hacer las cosas. El flamante secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con buena imagen y una conducta que se antoja comedida y hasta obsequiosa, al estilo Armando Méndez de la Luz.

El Pacto por México es algo necesario e indispensable por la misma polarización social. El hecho de que hubieran logrado convencer a los principales actores políticos, principalmente a la izquierda, es sintomático de que los nuevos responsables del gobierno vienen tejiendo fino, saben consensuar y conocen cómo mover los resortes secretos. Basta recordar los recientísimos cuestionamientos sobre el desaseo de la elección para reconocer que, lograr un convenio tan rápido, apenas arrancando, implica un buen trabajo político.

El Pacto por México compromete a las fuerzas políticas para realizar diversas reformas. Está integrado por 105 compromisos divididos en 5 rubros que incluyen los temas de: sociedad de derechos y libertad, crecimiento económico, empleo y competitividad, seguridad y justicia, transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción; y gobernabilidad democrática.

Con lo anterior se pretende que pueda encauzarse la vida colectiva para fortalecer el estado de derecho, democratizar la economía y que exista una eficaz aplicación de los derechos sociales. Dentro del lenguaje icónico, por cierto, resalta el regreso de la figura inconmensurable de Benito Juárez como inspiración para la vida pública.

Pues bien, los primeros pasos están dados. Es deseable, por el bien del país, que el novel gobierno mantenga ese ritmo de consensos, pero sobre todo que aterrice los contenidos del papel, mediante acciones que sean percibidas en la mejoría de vida de los ciudadanos de a pie.

Temas misceláneos

***   Vaya tarea la que le tocó a Gina Domínguez al frente de la Comunicación institucional del estado y de la cual dio cuenta el fin de semana al Congreso. Ese trabajo es rudo de por sí,  ya que no sólo tienes la presión de tu jefe por un lado y de los medios de comunicación por el otro, sino que hay miles de interferencias de los funcionarios de toda clase que se sienten especialistas y ejercen crítica que con frecuencia mete ruido en la relación institucional.

Pero aparte le tocó una época inédita que incluye muertes de periodistas, huida de otros y desajuste de todos por el virtual estado de guerra que vivimos. A lo anterior se añade que, en un ambiente tecno-político, fue designada vocera de todo el aparato, con lo cual la responsabilidad de definir situaciones cae directamente sobre su cabeza.

Gina respondió a los cuestionamientos de los diputados y manejó un buen discurso donde resaltó que lo principal de la permanencia en el gobierno es no enojarse, así sea la crítica fundada e infundada.

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