El son jarocho, puente que conecta a Veracruz con el mundo.
* “Me siento veracruzana, como si fuera jarocha, aunque venga de 17 mil kilómetros de aquí”, expresa la estudiante rumana.
* En España se sabe mucho de Veracruz, hay una fuerte conexión entre Xalapa y Barcelona, afirma.
Ioana, quien visita Tlacotalpan con motivo de las fiestas de La
Candelaria, es estudiante de un doctorado en Traducción orientado a la
lexicografía en la Ciudad de México. Explica que su estancia en nuestro
país se la debe al son jarocho, al sonoro embrujo de una jarana que en
manos de un sonero escuchó cantar en 2009, en Barcelona, España.
Refiere que viajó en 2008 a España para iniciar sus estudios y en
2009 escuchó a un amigo cantar. “Era La Bamba. Fue la melodía que
escuché y desde aquel entonces el son me fascinó, me transportó y supe
entonces que era de Veracruz, al que conocía gracias a Corazón Salvaje,
una telenovela que veía en Rumania. Por las telenovelas es que aprendí
español”.
También recuerda que, al ver la serie televisiva, conoció San Juan de
Ulúa, lo cual incrementó su deseo de conocer el puerto de Veracruz y
por ello aumentó su pasión por la tierra jarocha, pero el impacto más
intenso y que la hizo decidir venir a Veracruz fue, en definitiva, el
son.
Fue tanto su deseo y gusto por nuestra cultura, que de inmediato, en
colaboración con una amiga tlacotalpeña, Nandi Luna, iniciaron las
clases de zapateo, talleres y demás dinámicas para el aprendizaje de un
mundo, intenso, vibrante que acabaría por transportarla a su origen,
Veracruz.
“Yo comencé a zapatear, yo no tocaba ningún instrumento y se me hacía
muy difícil porque no soy música; también el ca-fé-con-pan (como es
conocido un paso básico del son jarocho por su ritmo marcado en cuatro
tiempos) se me complicaba, a tal grado que contaba en rumano dos, dos,
uno, porque no tenía modo de realizarlo bien y fue así, con mucho
esfuerzo, que lo logré”.
En excelente español, explica que tiene apenas un resabio de su
maternal rumano. Así fue aprendiendo sones como El Colás, El Buscapiés y
La Bamba, y gracias a que compró una jarana que un amigo le llevó a
Barcelona en 2010, entonces pudo imprimir mayor esfuerzo a su aventura
intercultural.
“Ahora el reto era aprender a tocarla. No tenía idea de nada, dónde
podía obtener un Sol, Do, Re, Fa, alguna nota musical siquiera. Entonces
busqué exhaustivamente, encontré tutoriales en Internet y comencé a ver
cómo era el movimiento de la mano para rasgar las cuerdas y también
cómo podía crear los acordes. Luego aprendí ya metódicamente”.
Ioana Cornea recuerda que su encuentro con el son jarocho fue una
circunstancia “de amor a primera vista, porque el son sale del corazón, y
cuando lo escucho o lo bailo lo siento muy profundamente, y esto es
bello, porque no soy mexicana ni veracruzana y mucho menos jarocha”
dice entre risas y añade: “Pero me siento veracruzana, como si fuera
jarocha aunque venga de 17 mil kilómetros de aquí”.
Ioana, quien actualmente estudia en el Colegio de México, en el
Distrito Federal, recuerda que fue a los 14 años cuando inició el
aprendizaje del español, un idioma que ahora le permite conocer con
profundidad la cultura veracruzana y la mexicana y algo que para ella es
vital: el contenido, las emociones y todo lo que encierra un son
jarocho en sus letras.
“Todo lo que suene a Veracruz y lo que tenga que ver con México me
cimbra, y en cuanto al son, es un género musical muy integrante: captas
los ritmos, escuchas la jarana, el león, el requinto, y ya, te atrapa y
entras en otro mundo”.
“¿Qué hago aquí?”, se pregunta, y narra que algunos amigos le
hablaron del lugar y la fiesta de La Candelaria y que, gracias al
Ahualulco, el son, vivió un nuevo encanto. “Qué bonito es Veracruz,
Alvarado y Tlacotalpan”, dice la letra del son, y al escucharlo, me
dije: Soy de Tlacotalpan, porque desde el nombre tan sonoro, no puede
sino ser un lugar bello, aunque nunca había estado ahí, aunque la
conocía en fotografías”.
Del antes y el después, el cómo imaginaba y cómo vive Veracruz, Ioana
señala que es simple: antes era un lugar casi mítico, un espacio de
fantasía y ensoñación del que leía e investigaba todo, y ahora es
experiencia tangible. Antes lo leía e imaginaba, ahora lo vive.
“En Rumania se sorprenden y me preguntan si me integré a Veracruz y
yo les respondo: ¿A qué voy a integrarme, si siento que estoy en mi
casa? Me siento feliz comiendo picante y tortilla, lo que comemos todos
cada día”.
Refiere que en casa, siempre supieron de su afición a México y que
desde niña supo que había algo importante de su vida en nuestro país y
por Veracruz igual, una fascinación intensa. “Es uno de los estados que
más conozco y uno por los que más he viajado”.
Visiblemente emocionada, comparte una anécdota familiar. Cuando
conoció el son, le regalaron un disco para que lo escuchara. Llegó a
casa y preguntó a su padre cómo se bailaba, porque el taconeo algo tenía
de flamenco. “Escuchamos El Colás, vimos en youtube más o menos cómo
era el baile” y minutos más tarde y sin saber, bailaban son, muy a su
manera, con toda la libertad de sentirlo y vivirlo a 17 mil kilómetros
de distancia, en Rumania.
Ioana Cornea reside en México temporalmente. En dos meses más, deberá
regresar a Barcelona, donde vive desde hace cuatro años. Veracruz es un
estado que suena mucho en España. “Ahora las noticias viajan más
rápidamente y en España se sabe mucho de Veracruz, y hay una fuerte
conexión entre Xalapa y Barcelona”.
Para concluir y haciendo un esfuerzo por reducir sus experiencias,
afectos, emociones, explica que, al pronunciar Veracruz, le vienen a la
mente tres palabras: cariño, amor y generosidad. Así es Veracruz, así es
su gente, dice y calla, toma la jarana y toca un son.