Tlacotalpan, ciudad que se vuelve música, meca del son jarocho.


* Con la participación de cientos de músicos del estado y del país, se realiza con intensidad el XXXIV Encuentro de Decimistas y Jaraneros, en la Plaza Doña Martha.


* Reconocen el trabajo de tres personajes destacados de la vida sonera: José Samuel Aguilera Vázquez, Pablo Campechano Gorgonio y Hermilo Promotor Espejo.

Comunicado 0562 SecturTlacotalpan, Ver., 01 de Febrero de 2013.-Tlacotalpan es color, es un pueblo vibrante del trópico del Papaloapan, y durante las fiestas de La Candelaria se convierte en música con una impresionante diversidad de estilos, sonidos y ritmos que en este XXXIV Encuentro de Jaraneros y Decimistas, cientos de músicos provenientes de todo el estado y el país, pusieron a bailar a esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Como ya es tradición, la pequeña Plaza Doña Martha es la sede de este importante encuentro de músicos de son jarocho, que forma parte emblemática de la fiesta más importante del municipio y de la región de la Cuenca del Papaloapan.

Desde temprana hora, las calles se inundaron de jóvenes con jaranas primeras, segundas, terceras, quijadas de burro, contrabajos, guitarras de son, panderos, cajones de percusión, marimboles, arpas, leonas y todos los instrumentos que dan vida al son jarocho.

Los músicos sitiaron los espacios públicos buscando acomodo para la hora decisiva y entonces, Tlacotalpan se convirtió en una enorme sala de ensayos, donde jóvenes afinaban sus instrumentos, taconeaban suavecito en banquetas y en tarimas para “calentar motores” y arrancar con buen ritmo y sonido.

Provenientes de Tlaxcala, Oaxaca, Ciudad de México, del sur, norte y centro de Veracruz, por mencionar sólo algunos lugares; los músicos iniciaron el espectacular encuentro al caer la tarde, fresca con llovizna intermitente que no apaciguó el ánimo de los participantes y, menos, de los asistentes.

Don Isidro Nieves, veterano de la jarana, que viajó desde San Juan Evangelista, se presentó con un grupo infantil, al que entrena en los deberes del son. “Estos pequeños están comenzando, pero ya están aquí, como los grandes, y vamos a tocarles un son sencillo pero bonito, el Colás”, dijo al momento de comenzar a rasgar su jarana tercera para iniciar el son.

Se escucharon aplausos, chiflidos de júbilo, porras y gritos para motivar a los pequeños, que aun con la temperatura ambiente baja, no perdieron el temple ni sucumbieron a la fría tensión de las cuerdas para deleitar al público con ese son tan conocido y que incita a bailar.

Al escenario subieron soneros de todos los pueblos y lugares; músicos jóvenes, maduros, niños y mujeres, que interpretaron los sones más conocidos. La Bamba fue escuchada una y otra vez interpretada en distintas tonalidades y estilos, distintos versos y la gracia de las bailadoras que  realizaban taconeos a contratiempos.

Otro de los grupos que más entrada la noche causó revuelo por su estilo tradicional y la participación de dos morenas altivas para el baile, fue Tenme Acá, un conjunto xalapeño integrado por cuatro jóvenes y dos chicas que, ejecutantes de la jarana, también impusieron su carácter en el decisivo zapateado.

A unas cuadras de distancia, el grupo de Son Temoyo Fandango Infantil hacía retumbar la Plaza Agustín Lara con el golpeteo africanizado de un cajón, en manos de una pequeña de 10 años. El Chuchumbé resonaba en el espacio ahogado por los aplausos del público, mientras una decena de jovencitos hizo la noche al tocar, bailar y recitar décimas compuestas por integrantes de la agrupación.

Las personas alrededor de Plaza Doña Martha continuaban gozando de la música; Rafael Figueroa, conductor del encuentro, ordenó una pausa, pues era el momento de la inauguración oficial del encuentro. Autoridades estatales, municipales y personalidades del lugar fueron testigos del tan esperado inicio del evento.

Fue ése el momento adecuado para entregar un reconocimiento a tres importantes soneros: José Samuel Aguilera Vázquez, Pablo Campechano Gorgonio y Hermilo Promotor Espejo, defensores e impulsores del género y de la cultura jarocha.

Una ovación intensa se dejó escuchar. Los tres galardonados se saludaban entre sí y saludaban a las autoridades en medio de la emoción por recibir esta presea, que reconoce su labor diaria para la preservación de la cultura jarocha.

En todos los rincones de Tlacotalpan hay músicos, soneros, decimistas y bailadores; prueba de ello fue el fandango que se realizaba en otro extremo de la ciudad, en medio de la calle, donde decenas de jaraneros rodeaban una tarima, mientras cantaban y zapateaban, desde las 22:00 hasta las 06:00 horas.

El Siquisirí, conocido como el son supremo y de apertura de un fandango, retumbaba en el adoquín y los pilares multicolores de casas igualmente coloridas, bajo la llovizna, la noche fresca; una noche de sudor, alegría, palabra cantada y compañía.

En medio de la algarabía, una mujer de nariz pronunciada, delgada y vivaz, cantaba La Guacamaya acompañada de su jarana; era Ioana Cornia, una rumana enamorada de Veracruz, del son, de su cultura y su gente. Y así transcurre la vida en Tlacotalpan, durante su magna fiesta de La Candelaria.

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